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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 87(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

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Director: JAIRO CELY NIÑO l 6 pp (la edición en papel) l Lunes 28 de Enero del 2008
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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).

Que se acaben a tochazos ellos dos

Hasta donde recuerda «el suscrito» Director, de todos sus compañeros en el Instituto Técnico Industrial que después cursaron estudios superiores, sólo uno no estudió Tecnología ni Ingeniería sino Leyes, y se desempeña como juez de la República.
En el segundo semestre de 1997, cuando aquel juez daba clases en uno de los cursos de Humanidades en Ingeniería Electrónica, les puso a sus estudiantes un trabajo: invitar a los candidatos a alcalde de Cúcuta y a gobernador de Norte de Santander a un foro más bien «íntimo», como quiera que se realizaría con los estudiantes de ese curso.
Las elecciones regionales y locales se realizarían el 26 de octubre de ese año y, aunque le cueste a usted creerlo, la mayoría de candidatos acogió la invitación a sabiendas de que sería reducido el número de asistentes a ese foro, que comenzó a las siete de la noche del martes 9 de septiembre en una de las aulas del Cread.
Uno de los candidatos asistentes fue un joven poeta ex alcalde de Tibú, quien padeció prisión durante 215 días porque, como un poema que él escribió sobre la paz no le gustó al general que comandaba la brigada móvil que se emplazó en el Catatumbo, éste lo acusó de ser miliciano guerrillero o algo así.
(En la noche del miércoles 4 de junio del 2003, los paracos «completarían el trabajo» asesinando en Cúcuta al poeta. Era el más opcionado para ganar la Gobernación en las elecciones de octubre de ese año.)
Al final de su intervención aquel poeta, tras contar que la tal brigada móvil se creó porque un grupo guerrillero se instaló en el Catatumbo, comentó que dos veces se entrevistó por separado con el comandante de la brigada y con el comandante guerrillero.
Que en la primera entrevista le hizo a cada uno la pregunta de por qué estaban ahí si antes nunca habían estado, y que cada uno respondió que para defender al pueblo porque ellos son el ejército del pueblo.
Que en la segunda entrevista le dijo a cada comandante que en Tibú y en esa selva la gente ha vivido, tan en paz, que no han necesitado que alguien los defienda. Pero que, con la presencia de esos dos ejércitos, la de la zona rural quedó en medio de las balaceras de ellos dos, y entre la de la zona urbana se había creado la zozobra y el recelo. Y que luego le hizo a cada uno la misma sugerencia: ¿por qué no «recogen sus macundales» de guerra y se van a matar a otra parte, para que vuelva la paz al Catatumbo?
El apunte fue aplaudido por las y los estudiantes de Electrónica, y al «suscrito» Director le hizo recordar un episodio similar de la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
El de don Apolinar Moscote, un desconocido forastero que un día se apareció en la casa de José Arcadio Buendía, el patriarca de Macondo, y le informó que a partir de ese momento él asumía la autoridad porque el Gobierno, tan pronto se enteró de la existencia de ese pueblo, lo nombró a él «corregidor».
José Arcadio respondió que en ese pueblo han vivido, tan en paz, que no necesitan que un aparecido los corrija. Pero, como a Moscote lo acompañaban tres descalzos forasteros con sendas escopetas, José Arcadio le dijo a aquél que se lo mamaría como autoridad en ese pueblo, siempre y cuando cada tipo le entregara la escopeta porque en Macondo no quería gente armada, y que por el orden público él respondería.
Pues bien: durante más de siglo y medio los habitantes de las ciudades venezolanas de Ureña y San Antonio, y los de las ciudades colombianas de Villa del Rosario, Cúcuta y Los Patios, han vivido como hermanos. Con el río Táchira entre ellos como un simple accidente geográfico, y no como el «Muro de Berlín» que conciben las burocracias rola y caraqueña.
Y cuando hay divergencias entre los gobiernos nacionales de estos dos países, hasta con «vientos de guerra» incluidos —porque entre los dos gobiernos regionales colindantes no ha habido roces—, quienes pagan las consecuencias son estos dos vecinos fraternales.
Pero nunca tanto como ahora, por culpa de dos presidentes ególatras, alucinados e incendiarios: el de extrema derecha colombiano, que profesa un odio ciego contra el grupo guerrillero «Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia» porque le secuestró y asesinó a su papá; y el de extrema izquierda venezolano, que profesa un amor ciego por ese grupo guerrillero.
¿Será que Don King, el empresario gringo del boxeo, podría devolverle la tranquilidad a esta frontera, persuadiendo a ese par de reyezuelos de que se acaben a tochazos en la mitad del puente internacional Simón Bolívar, o en la mitad del puente internacional Francisco de Paula Santander? n


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Me saca la piedra…

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

Cuando el hombre dejó de ser nómada y decidió permanecer en un determinado lugar, se vio en la necesidad de construir una vivienda para resguardarse de los peligros que lo rodeaban. Mientras fue un ser andariego, se refugiaba en las cuevas que hallaba en su recorrido; así que, por asimilación, al echar raíces en un sitio, se inspiró en aquéllas para copiar su conformación, empleando los materiales más abundantes de la naturaleza: la piedra y la madera. Como es obvio, al comienzo las casas no eran más que un arrume de piedras con una enramada como techo. Pero, a medida que avanzaba el tiempo, fueron apareciendo las herramientas metálicas y mejorando las técnicas de construcción.
Así se creó uno de los oficios más antiguos de la humanidad: la cantería. Es, sencillamente, la explotación de grandes minas de rocas para emplearlas en la edificación de obras monumentales, tales como las pirámides de Egipto, el Coliseo Romano, las murallas de Cartagena y otras de su grandeza.
En la edad media, la cantería tuvo su mayor auge, ya que fue la materia prima ideal para hacer viable el diseño y construcción de castillos, fortalezas, molinos, hornos, cercados. Hoy en día la cantería artesanal sólo se emplea en la restauración de monumentos pétreos, sobre todo en Europa. La industrial, emplea explosivos y maquinaria para facilitar la elaboración de concretos y pavimentos.
Volviendo a la edad media, digamos que la cantería tenía dos grandes actividades: la extracción y el tallado. Sacar el bloque de piedra exigía experiencia, fuerza, ritmo en el martillo y el cincel, y habilidad en la muñeca para lograr el corte preciso. Luego el tallador hacía su labor sobre la pieza. Cortar y extraer el bloque de piedra era un trabajo peligroso, agotador y estresante. Por esta razón, estos individuos permanecían tensos e irascibles a toda hora. Fue en Italia donde empezó a hacer carrera la expresión SACAR LA PIEDRA como sinónimo de mal genio. Y que hoy es de uso común en América, con más énfasis en Colombia y Venezuela.
“Me sacaron una piedra, la verrionda”, “No le diga nada, que está con el bloque afuera”, “Llévelo con calma porque ese tipo, cuando le sacan la piedra, es muy peligroso”, son expresiones corrientes.
Para completar este artículo les propuse un juego a mis amigos, en una de las alegres tertulias que realizamos, muy de vez en cuando, para que me respondieran este interrogante: ¿Y A USTED QUÉ LE SACA LA PIEDRA?
Estas fueron algunas de las respuestas:

LA ALTANERA. Es la de la persona prepotente que mira con desdén a las personas que él califica como inferiores. Desconoce el uso de ciertos términos como “por favor”, “gracias”, “buenos días”. Siempre tiene en la boca la grosería de “tráigame”, “hágame”, “muévase”. A una petición decente, responde con un torcido de jeta. Habla a gritos y con tono golpeado.
Está convencido de que ser buen ejecutivo, es tratar a las patadas a sus subalternos. Regaña por placer. Se le eleva el ego cuando le dicen “doctor”, conociéndose que el titulo lo obtuvo a punta de chancucos. Su pose y su manera de manotearle en la cara a los demás, muestra a las claras lo gentuza que es. Y lo peor es que, ante los poderosos, se convierte en un sumiso “besaculos”.

LA CHICANERÍA. En el mundo gringo existe un gran reconocimiento hacia las personas pobres que han logrado triunfar, gracias a su esfuerzo personal. Son puestos como ejemplo de superación, de lo cual ellos se sienten orgullosos. Esto es lo que se conoce como el sueño americano.
Aquí, en Colombia, la mayoría de las gentes que ascienden socialmente, se avergüenzan de su origen y niegan a su parentela. Tan pronto matriculan a sus hijos en un colegio de supuesto caché, lo primero que hace la trepadora es advertirles a sus chamitos que “cuidadito van a contar en qué barrio vivíamos ni, mucho menos, que montábamos en bus”.
El chicanero se muere por figurar en cualquier evento social. Vive lleno de deudas por mantener su nuevo estatus. Sufre cuando su foto no sale en la prensa local. Considera que su opinión es de sumo interés para la comunidad, cuando sólo habla babosadas. En fin, es un mísero tipejo lleno de complejos de personalidad.

EL CARAMELO. ¿Quién no se ha visto sometido a una mamadera de gallo cuando, por necesidad o por hacer un favor, se ve obligado a realizar una gestión en una entidad gubernamental? Es meterse en un mundo diabólico: “el doctor no lo puede atender”, “la persona encargada está incapacitada”, “le falta una estampilla”. Y lo llevan. Y lo traen. Y lo pasean. Y nada que obtiene el resultado.
Pero en la vida diaria, el caramelo es más común de lo que se cree. ¿Qué tal esas muchachitas pizpiretas que se levantan un novio pudiente, no por amor sino por el interés de pasarla bien? “Un día de estos nos lo comemos”, dice la condenada y, con ese cuentico, el muy menso se gasta la mesada.
Y las manidas frases que no implican compromiso serio pero nos sacan de apuros: “Nos volvemos a ver para charlar”, “¿Cuándo almorzamos?”, “Te llamo más tarde”, “Lo que es con usted, es conmigo”. Puras charadas.

LA GENTE MAÑOSA. Son esas personas ventajistas que, a toda hora, andan inventándose toda clase de trucos para obtener un provecho. Cuando pertenecí a la junta directiva del Fondo de Ahorro de Profesores y Empleados de la UFPS (FAPROEM-UFPS), me di cuenta de que algunos socios ingresaban por conveniencia. No por convicción cooperativa pues, por ejemplo, ingresaban en octubre para que a sus hijos los invitaran a la fiesta de los niños, al final de la cual cada criatura recibía un regalo; o en diciembre, para que su familia recibiera la canasta navideña y él, la invitación a la cena de integración con la que se despedía el año de labores. Luego se retiraban en enero para, en octubre o en diciembre, “vuelve y juega” el buen negocio de recibir más de lo que daban.
(Con el tiempo se aprobó, para que no fuera tan descarado ese oportunismo, condicionar el disfrute de cada beneficio a una antigüedad como socio de al menos un trimestre. Y ante tanta entrada y salida como socio, hace relativamente poco se aprobó cobrar por afiliarse.)
El mañoso es de los que piden cita en el Seguro Social sin estar enfermo pues, para él, “debo recuperar algo de lo que mensualmente me quitan pal Seguro”. Nunca piensa que cotiza para que cuiden su salud hoy y en su vejez, y para merecer una pensión con la cual sobrevivir cuando ya no pueda trabajar. Con ese proceder le causa un problema a la empresa que le da de comer, por la sencilla razón de que fomenta la tracalería y el ausentismo. Y lo peor de este boludo es que se ufana de que “viveza es lo que me sobra”.
El mañoso es partidario del trabajo en equipo, pero con tal de que sean los demás los que se fajen a cumplir la tarea. Eso sí, a la hora de cobrar los méritos, es de los que rápidamente levanta la mano. Le gusta ser el tesorero del festejo para el jefe, con dos propósitos: el lambetazo y la mordida.
(Cúcuta, enero de 2008)

POST-SCRIPTUM. Definitivamente, amables lectores, todos tenemos motivos válidos para BOTAR LA PIEDRA y no hay forma de eludirlos; es lo que se conoce, coloquialmente, como el “Derecho de Arrecharse”. Así que no oculte sus sentimientos y desfóguese sin violencia. ¿Por qué hay que mamarse la grosería de la gente guache?

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Si tiene moza, sea precavido

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com

Estar vivo, siendo infiel, denota buena suerte. Si ese es su caso, amigo lector (así, en masculino), no abuse de ella. Nunca se olvide del refrán: Seguro mató a Confianza.
Pues el día que lo sepa su mujer, será su último de vida. O si la buena suerte es súper benigna con usted, su mujer no lo matará pero en la siguiente madrugada lo capará, como dice la canción, “con una cuchilla, de esas de afeitar”.
Todo porque, como es mujer, la esposa es posesiva: si esa salchichita y esas 2 “papitas criollas” envueltas en bolsita de cuero corrugado que tiene usted en medio de las piernas no son exclusivamente de ella, no serán de una guaricha.
Por eso lo matará o lo dejará sin con qué ejercer la hombría y, si lo mata, recibirá cinco veces la condena máxima que recibirá un “paraco” genocida (excusen el pleonasmo). Así que ahí van unas recomendaciones para que sus hijos no tengan padre eunuco, o no queden huérfanos de él y tengan que visitar periódicamente la cárcel de mujeres.

SI QUEDÓ OLIENDO A HEMBRA…

Si su moza fuera inteligente, no se perfumaría para ir a jalarle al ñongo-ñongo con usted. Si no tuvo esa suerte al escogerla como moza, lo más probable es que usted no detecte que quedó oliendo a ella; y menos, si usted es fumador.
Ante la duda, pídale a un congénere que lo huela. Seguramente le hará el favor de decirle si huele o no a hembra. Porque también podría ocurrir que le resulte maricón y lo seduzca a hacerle a él —por la retaguardia, claro está— lo que usted le hizo a su guaricha. O que el tipo lo crea maricón, llame a un policía y lo acuse de acosador de machos.
Si confirma que quedó oliendo a hembra, busque una gasolinera, compre unos 5 mililitros del explosivo combustible, proceda como cuando se aplica la loción y séquese las manos frotando una en el pantalón y otra en la camisa.
O entre a un burdel, pida un whisky doble y proceda como el sacerdote con el agua bendita en la pila bautismal.
O mate 2 pájaros con una piedra: vaya a una perfumería, pida que le identifiquen el perfume y compre uno. Llegue a su casa y déselo de regalo a su mujer, diciéndole: “Como venía directo para acá porque quería agasajarte, me eché un poquito del perfume para saber si es fantástico el olor, y vaya que lo es. Espero que también lo sea para ti”.

SI LE DEJARON MARCAS EN LA PIEL…
Una moza arrebatada (o mal intencionada) le puede dejar marcas que no desaparecerán en cosa de minutos, como: arañazos, mordiscos y chupones.
Para evitar los arañazos, no tenga moza de uñas largas. Y si las tiene, antes del ñongo-ñongo páguele una manicura, o cómprele unos guantes. Si las caricias no son suaves, al menos no le aparecerán arañazos en la espalda.
Para evitar las marcas de dientes en el cuello, consiga moza que use prótesis dental, o colóquele un bozal. Además de que puede resultar erótico —como cuando, “a petición de parte”, ciertas prostitutas inmovilizan al cliente con esposas—, no corre el riesgo de que lo muerda su “perrita”.
Pero si su cita le dejó marcas no sólo en el corazón (las de ahí no son visibles), fabrique alguna excusa. Por ejemplo:
Hágase otras marcas en el cuerpo presionando con un dedo varias veces (20.000 serían suficientes) y rece para que se parezcan a las que su guaricha le dejó. Llame por teléfono a su esposa, dígale que pescó una alergia repentina y llegue con un remedio quita-manchas de la piel.
O si sólo le dejó marcas en el cuello, diga que debió ser el cinturón de seguridad, pues tuvo que frenar en seco.
O llame a su esposa y dígale que está en una comisaría denunciando un atraco, del que por fortuna salió vivo pero con unos cuantos moretones.
O arrégleselas para esconder esas marcas en la piel. Por ejemplo:
Durante los 3 siguientes meses, no se vista ni se empelote delante de su mujer, y no ande en casa sin camisa.
Hágale el amor sólo de noche y con la luz apagada.
Salga del baño envuelto desde el cuello hasta los pies.
Si le dejaron marcas en el cuello, use una bufanda.
Cambie el viaje de vacaciones con ella a Cartagena por una excursión al Nevado del Ruiz.
Cúbrase con vello y cabello: no se afeite ni se peluquee.
Que le estampen tatuajes encima de las marcas.
Póngase 4 ó 5 parches porosos en la espalda tras bañarse y dígale a su mujer que pescó una repentina neuralgia.

SI LO VIERON EN PÚBLICO CON MOZA…

Si fue su esposa quien lo vio, una de tres:
Si no los vio abrazados ni besándose ni cogidos de la mano, preséntele a la chica como cliente de la empresa o como prima de un amigo o como ex condiscípula a la que hace 20 años no veía porque, tras graduarse, se fue a Canadá.
 Si le dice que lo vio en el auto con una mujer en el puesto delantero, ránchese en que debe ir donde el optómetra porque no vio que en el puesto de atrás iban 3 amigos.
Si lo pilló abrazado con la moza o besándola o cogidos de la mano, tiene al menos 3 opciones: gestione ya el divorcio, o no vuelva a casa por algún tiempo (éste es el mejor aliado del olvido y lo que mejor cura el dolor emocional), o no vuelva y organice un hogar con la guaricha.
Si lo vio alguien diferente de su esposa, una de cuatro:
Si es pariente no muy viejo de su esposa, pregúntele si no ha notado que esa tipa o ese man siempre le ha tenido tirria. O dígale que, como La peor cuña es la del mismo palo, aquélla o éste quiere desestabilizarle el matrimonio.
 Si es pariente de ella y está en la cuarta edad, dígale a su mujer que tal pariente ve muy poco, y pídale que le pregunte cómo iba usted vestido. Si tal pariente no recuerda, usted ganó el game. Y si lo recuerda, dígale a su mujer que, según las estadísticas, en cualquier momento 1’300.000 colombianos del mismo sexo coinciden en vestuario.
Si no es pariente, dígale a su esposa que su gusto por las mujeres es completamente opuesto. Así, si dijo que lo vio con una mujer de genotipo distinto al de su esposa, dígale que a usted no le gustan las… (morenas, por ejemplo). Pero si su moza y su mujer son del mismo genotipo, pregúntele: “¿Y para que quiero otra… (rubia, por ejemplo), si estoy casado con la más bella y la más imaginativa en la cama?”.
 Si usted se pilla que lo pillaron, llame inmediatamente a su mujer y dígale que llegará un poco tarde porque el carro se le varó en… (y mencione un lugar distinto).

SI SU MOZA NO HA VUELTO A MENSTRUAR…

Una de dos: o es menopausia prematura, o estaría embarazada. Si lo primero: cambie de guaricha, porque las menopáusicas dizque son insoportables. Si lo segundo:
Rece para que sea un simple atraso del período.
Si no lo es, rece para que sea uno y no mellizos.
Rece para que su esposa no se entere.
Por las dudas, vaya comprando ropita y zapatitos de bebé. Por una ecografía sabrá si azules o rosados.
Y tras el parto, ordene pruebas de ADN y rece para que usted no resulte siendo el padre.

CÓMO PONDRÍAN SOBREAVISO A SU MUJER…
Hay 3 formas:
Por medio de un anónimo. En tal caso, expóngale que si lo escrito fuera cierto, ¿por qué la autora o el autor no da la cara, o al menos no lo firma? Al día siguiente, eche en el buzón una carta anónima diciéndole a su mujer que a tal hora de ese día va estar con su moza en tal motel y esté en su casa a dicha hora. ¿Ella volvería a creer en un anónimo?
 O por llamadas telefónicas. En tal caso, es poco probable que lo crea su mujer, porque a ellas no les gusta que las provoquen por teléfono. Y menos, si quien llama es mujer.
O que sea la mal nacida de su moza quien le cuente todo con lujo de detalles, y anexe fotos, cartas de amor y una que otra tarjetita de las que usted le puso a los regalos. En tal caso de incontrovertibles evidencias, usted se irá indefectiblemente de este mundo.

PARA NEGARLE ESA SATISFACCIÓN A SU MUJER…
Hay muchas formas de negarle a su mujer la satisfacción de ser ella quien lo mande al otro mundo. Por ejemplo:
Póngase un uniforme de las siniestras SS, entre en una sinagoga y grite: “¡Viva la Solución Final de Adolf Hitler!”.
O si el fin de semana o esa noche juegan Millonarios y Santa Fe, compre una entrada, y una bandera y una camiseta del Ballet Azul. Ubíquese en El Campín entre las “barras bravas” de El Expreso Rojo y hágale barra al Millonarios.
O vea todos los capítulos de alguno de los “realitis” de RCN o Caracol; u oiga todas las declaraciones de Carlos Holguín, el ministro del Interior y Justicia. (En uno u otro caso, lo matará el aburrimiento.)
O participe en una manifestación de Desplazados por la Violencia. Póngase adelante y ataque a la policía con cocteles Molotov, mientras grita: “¡Exigimos tierra!”. (Estará debajo de ella, una vez la marcha sea disuelta.)
O vaya por la noche a El Barrio Chino (en la avenida 8, debajo del Canal Bogotá) con ropa y zapatos de marca, luciendo cadena, anillo, pulsera y reloj de oro, y grítele al “inquilino” más cercano: “¡Pipero desechable!”.
O enlístese en las tropas gringas que mandan a Irak.
O vaya al aeropuerto y pase corriendo el detector de metales, gritando: “¡Voy con una bomba!”. Y no se detenga cuando la policía le grite: “¡Alto!”.
O láncese a las ruedas de una tractomula.
O vaya a Cuba y asista, ondeando una bandera gringa, a uno de los discursos de 7 horas de Fidel en La Plaza de la Revolución. Ubíquese en ring side y, cuando no lo estén vitoreando, grite: “¡Exigimos que venga Jorge dobleú Bush con sus tropas a imponer la democracia, como en Irak!”.
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FUENTE: El libro Manual para hombres infieles, de Marcelo Puglia (uruguayo). Editorial Vergara.


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La Enmienda Miranda

JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com

Alguna vez —acaso un par de veces— escribí que nuestro ordenamiento jurídico fue copiado y mal copiado del de los Estados Unidos, quizá porque la de los gringos fue la primera república que hubo en este continente.
Y tan mal copiones han sido deliberadamente o por torpeza nuestros autoconsiderados «padres de la patria» en los casi dos siglos de vida republicana que tenemos, que en cuanto a derechos fundamentales, por ejemplo, es profunda y ancha la brecha que cavaron entre nuestro tercer mundo y el primero.
Así, por ejemplo: en nuestro país tercermundista hubo un tenebroso «Estatuto de Seguridad» que dictó el presidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982) para perpetrar arbitrariamente allanamientos, decomisos y detenciones con tortura posterior —y desaparición forzada, incluso— contra quienes, según los pálpitos de la autodenominada «inteligencia militar», eran subversivos.
Y mientras nuestra Corte Suprema de Justicia revisó la constitucionalidad de tal decreto y lo bendijo, en los Estados Unidos la Corte Suprema ha sido celosa y exigente con la protección que las quinta y sexta enmiendas establecen para los acusados de un delito.
En las películas gringas presenciamos una especie de ritual cuando la policía va a arrestar a una persona: el de informarle a ésta que le asiste el derecho a guardar silencio; que si renuncia a tal derecho, cualquier cosa que diga podría ser usada en contra suya; que le asiste el derecho a que durante el interrogatorio lo asista un abogado; y que si no puede costearse el abogado, un juez o una juez le nombrará uno para que lo asista sin cobrarle.
Este ritual, que se conoce en Norteamérica como la Enmienda Miranda —y que también se conoce indistintamente como la Advertencia Miranda, la Ley Miranda, la Información Miranda y los Derechos Miranda—, fue dispuesto por la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1966 al revisar el caso conocido como Miranda contra (el estado de) Arizona.

UN ANTECEDENTE:
GIDEON VERSUS WAINWRIGTH

En 1961 Clarence Earl Gideon, de 51 años, fue arrestado bajo el cargo de allanamiento y robo de una sala de billar en Panama City (estado de Florida).
Cuando Gideon solicitó que se le asignara un abogado de oficio para que lo defendiera ante la corte, el juez se lo negó aduciendo que la ley del estado de Florida, tal como él la interpretaba, exigía el nombramiento de abogado: ya en casos relacionados con la muerte de personas, o bien en casos castigables con la pena capital.
Así que Gideon —un «indigente», como técnicamente se le llama allá a quien carece de dinero para costearse un abogado— debió «defenderse como gato patas arriba» ante la corte, la cual lo declaró culpable y lo condenó a cinco años de prisión.
En la biblioteca del penal, Gideon pasó muchas horas leyendo libros de Derecho, hasta que un día redactó a lápiz una petición al Tribunal Supremo federal pidiéndole que su caso fuera revisado.
Ahora bien: cuando la Corte Suprema se instaló en 1790, en virtud de la Ley de Organización Judicial de los Estados Unidos (Judiciary Act) de 1789, estaba obligada a oír y decidir cada apelación que le fuera presentada.
Con el tiempo, el número de estos casos aumentó hasta desbordar las agendas de sus jueces. Como la Constitución autorizó al Congreso para reglamentar la jurisdicción de apelación del Tribunal Supremo, aquél, mediante la Ley Judicial de 1891, autorizó a éste para aceptar o rechazar discrecionalmente algunas de las apelaciones que le fueran presentadas. No obstante, al cabo de unos 30 años el Tribunal Supremo volvió a estar sobrecargado con las apelaciones de forzosa aceptación.
Así que, mediante la Ley Judicial de 1925, el Congreso le otorgó a la Corte Suprema más autoridad para aliviar su trabajo en materia de revisión o apelación. Y por razones similares, en 1988 el Congreso aumentó aún más el poder de la Corte Suprema para reducir el volumen de esta actividad, por lo cual actualmente el Tribunal Supremo admite sólo los casos que considera de gravedad e importancia general.
De otra parte, el peticionario de una apelación debe pagar un «honorario», que en la actualidad son 300 dólares, a sabiendas de que actualmente, de los 1.825 casos anuales presentados en promedio, discrecionalmente la Corte sólo está admitiendo 80. Pero también el Tribunal Supremo está admitiendo un promedio anual de cinco de los 6.000 casos de revisión presentados en promedio cada año in forma pauperis; esto es, por «indigentes», o personas que no tienen dinero para pagar el «honorario», como suele ocurrir con los reclusos.
A esta categoría de petición de revisión in forma pauperis perteneció la petición de Clarence Earl Gideon que admitió el Tribunal Supremo federal, el cual en 1963, considerando que al señor Gideon se le había denegado un juicio justo, declaró el juicio nulo y dictaminó que todos los estados deben proporcionar asistencia jurídica gratuita a todos los reos «indigentes».
Gideon fue sometido a un nuevo juicio, con todas las garantías procesales que el Tribunal Supremo había prescrito, y fue absuelto el 18 de marzo de 1963.

MIRANDA VERSUS ARIZONA
La noche del 2 de marzo de 1963 una joven de 18 años fue raptada y violada luego en el desierto que rodea a Phoenix, capital del estado de Arizona.
Ernesto Miranda, un joven «indigente» de 23 años que tenía antecedentes criminales, fue arrestado bajo cargos de secuestro y violación, porque su fisonomía coincidía con la que la víctima dio del victimario.
Los dos oficiales de policía, sin haberlo advertido del privilegio que la Quinta Enmienda explícitamente le confiere de no autoincriminarse, ni del que la Sexta Enmienda implícitamente le confiere de contar durante el interrogatorio con la asistencia de un letrado, lo sometieron a un intenso interrogatorio de dos horas tras las cuales Miranda firmó un texto que los policías le entregaron, en el cual admitía haber cometido los crímenes que le fueron imputados.
En el juicio no hubo testigos que declaran a favor o en contra de Miranda, pues el fiscal presentó como única evidencia la confesión que aquél había firmado, que su defensor de oficio objetó argumentando que los derechos constitucionales emanados de las quinta y sexta enmiendas para proteger de la autoincriminación a los acusados de un delito le fueron violados a su «cliente», por lo cual reclamó que la prueba fuera declarada inadmisible por la corte.
Además, el defensor de oficio planteó que pareciera que Miranda tenía una subnormal capacidad intelectual, por lo cual la corte debía declararlo inimputable. No obstante, en vez de declarar aquello y esto, la corte declaró confeso y convicto a Miranda.
El defensor de oficio de Miranda agotó infructuosamente la jurisdicción estatal de apelación, tras lo cual radicó una petición de revisión ante el Tribunal Supremo federal.
Éste consideró, no sólo que los derechos constitucionales de Miranda le habían sido denegados, sino que durante el interrogatorio había sido intimidado, por lo cual declaró el juicio nulo y dictaminó que la policía puede requerirle al imputado información biográfica, como el nombre, la fecha de nacimiento y la dirección del domicilio; pero que, antes de que le haga preguntas relativas al delito del cual es imputado, se le debe advertir que tiene derecho a guardar silencio, que cualquier cosa que diga podrá usarse en contra suya y que tiene derecho a contar con la presencia de abogado, ya contratado por él o bien asignado por la corte.
Además dictaminó que al imputado se le debe preguntar si entendió con claridad los derechos explicados, y que se requiere de éste una respuesta firme como «sí», por lo cual el silencio del arrestado no se debe interpretar como señal de que entendió. Y que, en consecuencia, toda corte debe inadmitir cualquier confesión del sospechoso obtenida sin el riguroso cumplimiento de estos requisitos; y también la obtenida cuando el imputado tenga un pobre conocimiento del inglés, aunque se hayan cumplido aquellos requisitos.
Miranda fue sometido a un nuevo juicio, con testigos que declararon en su contra y con otras pruebas que presentó la fiscalía, y fue declarado culpable por la corte. Cumplió once años de prisión, y en enero de 1976 murió asesinado en una pelea a cuchillo en una taberna de Phoenix (Arizona).
Y cuando le leyeron los Derechos Miranda a su homicida, éste se acogió a aquéllos para negarse a declarar.

LA VUELTA DE TUERCA:
DICKERSON VERSUS LOS ESTADOS UNIDOS

En 1968, dos años después de que el Tribunal Supremo dictó la jurisprudencia conocida como la Enmienda Miranda, el Congreso de los Estados Unidos dictó una ley, conocida como la «Sección 3.501», por la cual estableció para las cortes un rasero más flexible que el dictaminado por el Tribunal Supremo en «Miranda versus Arizona»: el de admitir como evidencia las confesiones de los acusados de delitos, cuando hayan sido voluntarias. Como quien dice: independiente del cumplimiento de cualquier otro «tecnicismo».
Como hasta 1997 las «cortes menores» —así denomina la Constitución a todo tribunal distinto del Supremo— no la habían aplicado, el Tribunal Supremo no había tenido necesidad de revisar la constitucionalidad de dicha ley.
Pero en 1997 la policía del estado de Virginia arrestó a Charles Dickerson, un asaltabancos, el cual confesó espontáneamente haber perpetrado los robos bancarios que le fueron imputados.
La defensa de Charles Dickerson alegó ante la Corte de Distrito que la policía no le recitó la Advertencia Miranda antes de que él confesara la comisión de los delitos y solicitó se inadmitiera la confesión como evidencia, pero la fiscalía invocó la «Sección 3.501» para que se admitiera dicha prueba. La Corte de Distrito, considerando que los Derechos Miranda del señor Dickerson le fueron conculcados, declaró dicha confesión inadmisible como prueba.
La fiscalía apeló la decisión, y la Corte de Circuito decidió que la «Sección 3.501» prevalecía para la resolución de dicho caso, por lo cual se debía aceptar la confesión.
El 30 de julio de 1999 la defensa de Charles Dickerson radicó una petición de revisión ante el Tribunal Supremo federal, el cual la admitió el 6 de diciembre de ese año.
El 26 de junio del 2000, por 7 votos contra 2, la Suprema Corte decidió la apelación, dictaminando que la Enmienda Miranda no ha dejado de ser el precedente que gobierna la admisibilidad de confesiones, tanto en las cortes estatales como en la cortes federales, sin que importen las excepciones que la misma Corte haya hecho de la Advertencia Miranda en otros casos. [?]
Puesto que la Constitución inviste al Tribunal Supremo como su máximo intérprete, con su jurisprudencia en la revisión de «Dickerson contra los Estados Unidos» la Suprema Corte reafirmó su poder para revisar la constitucionalidad de cualquier acto del poder ejecutivo y del poder legislativo. Y al mismo tiempo reafirmó el rango constitucional que tiene cada decisión que ella adopte, al preceptuar que ésta no puede ser derogada o reformada por procesos legislativos ordinarios. [

(Este artículo fue garrapateado con apoyo en varios documentos «bajados de Internet».)

NOTA . Por razones muy sui generis, la Suprema Corte había validado como voluntarias estas confesiones:
En «Colorado versus Conelly», la del enfermo mental que informó haber cometido un homicidio, que porque «la voz de Dios» le ordenaba confesarlo o suicidarse;
En «Rhode Island versus Innis», la información de dónde estaba el arma, que dio el sospecho de homicidio, influenciado por la conversación que entablaron los policías dentro del carro en que era trasladado, sobre el peligro de que algún niño encontrara dicha arma y pudiera lastimarse;
En «Illinois versus Perkins», la información que proporcionó el sospechoso que ignoraba que la persona con la cual conversaba era un policía; y
En «Arizona versus Mauro», los comentarios del sospechoso del asesinato de su hijo, durante la conversación que le permitieron con su esposa, con un policía de por medio, después de que sus Derechos Miranda le fueron advertidos. (Las reacciones y los comentarios del sospechoso y de su esposa fueron utilizados en el juicio para controvertirle su alegato de que padecía desequilibrio mental en el momento de perpetrar el homicidio.) n

NOTA . Por «procesos legislativos ordinarios» entiende el autor del presente artículo la expedición de leyes, por cuanto éstas se aprueban por mayoría simple. Pues la Constitución le exige la mayoría calificada de dos terceras partes a la Cámara de Representantes y al Senado, sólo para imponer la ley que ha vetado el Presidente.
Por lo tanto, el autor colige que un proceso legislativo no ordinario —que podría reformar o derogar algo que la Suprema Corte decidiera— es el de la adopción de enmiendas, por cuanto éstas deben ser aprobadas por las dos terceras partes de cada cámara del Congreso y, para que una Enmienda se convierta en «Artículo de la Constitución de los Estados Unidos», debe ser ratificada —según el mismo Congreso lo disponga— por las tres cuartas partes de las legislaturas estatales, o por las tres cuartas partes de las convenciones estatales que se convoquen para ratificarla o rechazarla. n


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Occidente Universitario, que se difunden completamente
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La edición Nº 88 de Occidente Universitario saldrá
(probablemente) el miércoles 20 de febrero del 2008.
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