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OCCIDENTE UNIVERSITARIO
N° 96(Ver todos los números)

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Publicación informal, editada en la UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER
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Director: JAIRO CELY NIÑO l 6 pp (la edición en papel) l Viernes 31 de Octubre del 2008


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EN ESTA EDICIÓN :
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A MODO DE «EDITORIAL (O DE ALGO ASÍ)».
CHINDOGUS.
DEL PLAGIO A LA «PRODUCCIÓN INTELECTUAL».
NO SEA FRONDIO.
LA ESTRATEGIA DEL PERCHERO.


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A MODO DE «EDITORIAL» (O DE ALGO ASÍ).

El terrorismo de Estado:
¿cuestión de eufemismos?


Hace algún tiempo «el suscrito» Director escribió, no recuerda si en un documento de la Asociación de Profesores o en una edición de Occidente Universitario, que a él los uniformados, sean policías o sean militares, le causan un irreprimible temor.
Y aunque no explicitó en tal ocasión en qué consiste el temor, la destitución hace dos días de 27 milicos por acción u omisión en la comisión de delitos atroces lo motiva a ser más explícito, en el sentido de que tal temor es en realidad un terror, por cuanto ve en cualquier «uniformado a la vista» el peligro de ser desaparecido, para luego ser torturado, asesinado y tirado a una fosa común.
¿Que eso es paranoia? Pues para la Psicología y la Psiquiatría de hoy, tal dictamen debe ser infalible. Sobre todo porque las y los jóvenes profesionales de esas dos disciplinas no habían nacido —o si sí, no los habían destetado— en los años setenta del siglo pasado, cuando «el suscrito» Director era estudiante de Ingeniería en una universidad estatal, como la Universidad Francisco de Paula Santander.
En esos tiempos aciagos, signados por la Doctrina de la Seguridad Nacional impuesta a los gobiernos latinoamericanos por el gobierno de Estados Unidos, la fuerza pública de estos países subdesarrollados era entrenada en desaparición forzada y tortura por uniformados de Estados Unidos, en la siniestra «Escuela de las Américas» que en su enclave del Canal de Panamá tenía el gobierno de Estados Unidos.
Y como lo «operativo» trascendía a lo «jurídico», cada uno de los regímenes represivos de entonces —ya civiles o bien militares— dictaba su respetivo «Estatuto de Seguridad» para legalizar la desaparición forzada, la tortura y el asesinato de todo aquel a quien consideraba un «comunista»: defensores de Derechos Humanos, sindicalistas y estudiantes de instituciones públicas de educación superior, principalmente.
Y en nuestro tercermundista país «la joya de la Corona» fue el tenebroso Estatuto de Seguridad expedido por el presidente Julio César Turbay Ayala 30 días después de su posesión, contenido en el decreto de Estado de Sitio Nº 1923 del 6 de septiembre de 1978.
Pero si en esos años aciagos al Terrorismo de Estado se lo conoció con el eufemismo genérico de Doctrina de la Seguridad Nacional en todos los países subdesarrollados de América, desde hace seis años en este país se lo conoce con el eufemismo específico de Seguridad Democrática.
De modo que la olla maloliente de la ejecución extrajudicial de ciudadanos no combatientes debió estar muy podrida para que explotara de la manera estruendosa como explotó en la mañana de antier, cuando el presidente Álvaro Uribe informó de la destitución fulminante de 7 suboficiales y 20 oficiales del ejército nacional; entre estos, 3 generales.
Porque no tuvo la opción de alegar que las víctimas de delitos atroces eran «corifeos» de las Farc, ni que sus victimarios eran unos «valientes y sacrificados patriotas» que estaban defendiendo la seguridad de la «patria»; y mucho menos, que tales crímenes de lesa humanidad eran «casos aislados» cometidos por unas pocas «manzanas podridas».
Y no tuvo esa opción, porque la persistente evidencia es concluyente: el asesinato a mansalva y sobre seguro de ciudadanos inermes, que tan tozudamente venían denunciando organizaciones no gubernamentales de Derechos Humanos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, e incluso la misma Organización de las Naciones Unidas, no es la excepción en las fuerzas armadas sino su atávico patrón de conducta.
Luego la «patriótica» reacción de Álvaro Uribe luce, al menos para «el suscrito» director de Occidente Universitario, a táctica escatológica de felino doméstico. Porque la realidad de esta macabra danza de la Seguridad Democrática de premiar con millones de pesos a quienes aporten las víctimas, y de premiar con vacaciones adicionales y ascensos a los militares que cometen los crímenes, debe ser mucho más espantosa.
Como dijo Sir Winston Churchill: El que sacrifica la libertad por la seguridad, no tendrá la una ni la otra. n

En los próximos días el colega Carlos Humberto Africano, columnista de Occidente Universitario, será sometido en la ciudad de Bucaramanga a una intervención quirúrgica, en razón de un problema cardiaco.
«El suscrito» Director le desea éxitos en la operación, y una recuperación pronta y feliz. n


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Chindogus

GUILLERMO CARRILLO BECERRA,
profesor Asociado emérito de la UFPS.
gecarril60@yahoo.es

El CHINDOGU tiene como finalidad llevar la creatividad al límite, especialmente en los jóvenes. Es un invento japonés y que se ha propagado en todo el mundo. El ejercicio consiste en idear y construir un objeto novedoso, ya para que entre a solucionar un problema que no existe, o bien para que sea el empeoramiento de una solución sencilla. En resumen, un chindogu es un invento absurdo que no sirve para un carajo. Entonces, ¿cuál es la gracia? Jugar con la ciencia aplicada, burlarse de los inventores que sólo buscan enriquecerse, y crear por el único placer de crear.
Se le ha dado tanta importancia a este pasatiempo, que ya existe un organismo llamado International Chindogu Society, que se encarga de recopilar y regular las condiciones que dan categoría y reconocimiento a los chindogus. El término significa en japonés “herramienta extraña”. En los concursos, la Sociedad es la que juzga, siempre y cuando se cumplan los siguientes mandatos obligatorios:

Un chindogu debe palparse, ya que es un objeto, no una idea.
No tiene ninguna utilidad. Si alguien le encuentra un uso, pierde su esencia.
Contiene el espíritu de la anarquía. No existen normas, ni procedimientos, ni materiales. Es hacer un objeto sin ninguna utilidad.
Debe parecerse a un objeto cotidiano. Las personas, al verlo, deben pensar que es algo raro pero que presta un servicio.
No debe venderse jamás. Es, tal vez, el mandamiento más importante, ya que si alguien lo compra es que lo considera útil, y eso lo descalifica como chindogu.
No es un objeto para hacer reír. No se trata de hacer mamarrachos, pegando piezas a lo loco, tal como lo hacen ciertos artistas plásticos.
No se puede usar en publicidad, porque pierde la pureza al convertirse en un vehículo o medio de promoción.
No puede ser ofensivo, dado que al atentar contra las distintas expresiones culturales, logra su propósito con que fue concebido.
No es patentable. Es una creación altruista, hecha para el goce de la humanidad, sin otro ánimo que el de fomentar la alegría.
No fomenta prejuicios. No se crean para que algún colectivo humano establezca privilegios sobre los demás.

Son muchos los inventos chindogus, pero algunos sobresalen por su originalidad e ingenio, como estos:

Gafas bidireccionales.
Interruptor de barbilla.
Pantuflas para gatos.
Sombrero anti-alérgico.
Máscara para pescado.
Cepillo de doble filo.
Paraguas integral.
Mechero solar.
Masticómetro.
Paso de cebra portátil.
Gafas con embudo para echarse las gotas.
Cachucha con rollo de papel higiénico.
Monedero con vagina.

La gracia de conocer estos implementos es que usted, amable lector, utilice la red para que los vea funcionar. Utilice los términos “chindogu” o “inventos inútiles” para la búsqueda.
(Cúcuta, octubre de 2008)


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Del plagio a la
«producción intelectual»


JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com

Hace 21 años la Universidad Francisco de Paula Santander cumplió 25 años de fundada. Por aquel entonces, la dirección del periódico oficial de esta Institución, Oriente Universitario, estaba encomendada a una compañera profesora, quien lo editaba en formato de revista.
La edición conmemorativa de nuestras bodas de plata tuvo una lujosa portada plateada y en tal edición se publicó, entre otros, el artículo La formación del Ingeniero, de cuyo autor no recuerdo el nombre pero sí que era profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, y de dicho artículo recuerdo esta frase lapidaria: «El academicismo suele ser refugio de charlatanes».
Casi 20 años después apareció más de un escándalo en la prensa nacional, protagonizados por «académicos» que habían incurrido descaradamente en plagio. O en robo de propiedad intelectual, para decirlo sin recurrir a eufemismos.
Coincidencialmente, cada uno de estos «académicos» era «docente investigador» (así se auto titulan) de sendas instituciones privadas de estudios superiores, por lo cual las universidades públicas pasaron «sin mancharse ni romperse» en esa racha de escándalos de plagio, todos circunscritos al ámbito académico.
Y cuando la proverbial amnesia colombiana estaba olvidando aquella racha, en una pública uno de sus profesores resultó incurso en plagio, aunque en un contexto burocrático: la sede central de la Universidad Francisco de Paula Santander. Pues ocurrió que dicho profesor, como director de la oficina de Planeación de esta Institución, «subió» a su página web algo que (dizque) había elaborado: el plan de desarrollo.
Pero una profesora de la Facultad de Ingeniería descubrió que el «marco conceptual» del susodicho plan de desarrollo era un plagio, o una copia o un «fusil», del plan de desarrollo de la Universidad de Veracruz, si no recuerdo mal. Y el plagio fue tan chapucero, que ni siquiera sustituyó el nombre de la universidad plagiada (que aparecía un sinnúmero de veces) por el nombre de la nuestra.
¿Y qué le ocurrió a aquel compañero «fusilánime»? Pues seguramente nada, porque no ha dejado de ser el director de Planeación.
Pero si Cúcuta «sacó la cara» por las instituciones públicas de estudios superiores con la mácula del plagio, aunque en un contexto burocrático, la privada local «la sacó» en el ámbito académico.
Porque resulta que el rector de la seccional de una que tiene la sede central en Bogotá, quien además es miembro de número de una Academia de Historia regional, «escribió» para una publicación de la Academia un artículo sobre el Libertador Simón Bolívar. Pero no bien se había difundido la revista cuando alguien ya estaba denunciando que tal artículo fue copiado, sin cambiarle ni una coma, de una publicación de la Universidad de Antioquia, si no recuerdo mal.
Y también si no recuerdo mal, estos dos últimos plagios no trascendieron a la prensa nacional.
En todo caso, y a raíz de los que ésta denunció, alguno o alguna de sus columnistas escribió sobre este tema y jocosamente concluyó, palabra más, palabras menos, con que: si se le copia a uno solo, es un plagio; pero, si se le copia a más de uno, se le llama «investigación» (y como tal se publicita en el título, o antetítulo o subtítulo, a tal punto de que la extensión de la «bibliografía» puede ser más larga que la de la tal «investigación» o «ensayo»; o «producción intelectual», como ostentosamente también la denominan).
Y quien no «echó en saco roto» tan jocosa conclusión fue aquel rector, pues, emulando al personaje literario Frankenstein, echó mano de dos frases de cajón, les hizo unos retoques y fabricó una tercera, a la cual mandó labrar en una «tabla» de mármol (o algo así), y la fijó en la fachada de la sede que esta seccional tiene en el costado occidental de la avenida tercera entre la calle trece y la catorce.
Una de las dos frases de cajón es la que dice: La educación es un derecho (o «es la luz») del pueblo. La otra, la que dice: La voz del pueblo es la voz de Dios. Y la criatura del «doctor Frankenstein» quedó diciendo: La universidad es la luz de un pueblo y el pueblo es la voz de Dios. Lógicamente, debajo de tal «producción intelectual» aparecen el nombre y los dos apellidos de su artífice. Así, ¿quién podrá enrostrarle que es un copión o «fusilánime»?
En todo caso, mejor le fue a un colega (jubilado hace más o menos un decenio) cuando era decano de la Facultad de más reciente fundación. Pues un viernes por la noche, cuando nos reunimos para degustar un delicioso cabrito en la casa de un colega de Ingeniería (jubilado hace rato), aquel decano, apenas se sirvió el sexto trago del elíxir Black & White, adoptó una pose de pontífice y nos soltó esta sentencia iluminada: «La competencia no es mala sino la incompetencia».
Claro que tal «sentencia iluminada» es perogrullada, y que iguales o «mejores» perogrulladas nos ha obsequiado Pambelé («Es mejor ser rico que pobre», por ejemplo), quien no sólo no es «dotor» como el ex decano mencionado sino que casi es analfabeta. Pero, precisamente por ser perogrullada, es de su cosecha. No se la «fusiló» siquiera a Pambelé, ni ha hecho colecta de llaves de chapas y candados para mandarla fundir en dorados caracteres, y mucho menos la mandó labrar en una «tabla» de mármol (o algo así).


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No sea frondio

RICARDO GARCÍA RAMÍREZ,
profesor Titular emérito de la UFPS.
cardingarcia@hotmail.com

Tuve la dicha de conocer a mis nonos maternos. Mi nono, don Eugenio, vestía flux completo de dril, camisa blanca cerrada en el cuello, sombrero lleno de caspa, alpargatas y un bastón. Tengo entendido que era de La Uvita (Boyacá).
Para más señas, mi nono era cojo y por eso usaba un bordón de palo. Y como siempre he sido imprudente, un día le pregunté por qué era cojo y él me respondió: “Mijo: yo pelié en la Batalla de Palonegro, de la Guerra de los Mil Días, y en una refriega me pegaron un tiro con un máuser”. Después supe que máuser era un fusil alemán de esa época.
Mi nona, doña María, era de muy mal genio y tenía encaramado a mi nono Eugenio. A mis diez años, yo le tenía cierto temor por ese geniecito.
Me acuerdo que los domingos ella hacía pasteles y yo se los vendía en el parque de Gramalote. Me gustaba el oficio de pastelero porque el premio era un pastel, tan sabroso, que no recuerdo haberme comido otro como ese.
Un día mi nona me encontró robándole un pastel, que ella depositaba en un canasto con un frasco de ají. Fue tanto el susto que, sin querer queriendo, se me salió un peo y ella me dijo con disgusto: “No sea frondio”. Yo no entendí la expresión de mi nona pero por simple lógica se la achaqué al inocente peo que me eché. Años después supe qué significa esa expresión, que, creo, los jóvenes no la han escuchado.
A raíz de este episodio con mi nona María, y después de muchos años, quiero hacer una disquisición sobre este fenómeno tan natural como es tirarse un peo en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier edad.
He leído que los peos son fenómenos muy normales y que, según los peólogos…
(Hago una pausa para aclarar que “peólogo” y “peología” no aparecen en el diccionario, pero que yo llamo “peólogo” a quien es especialista en “peología”, a la cual defino como el estudio de los peos, a los que el diccionario llama “pedos”, pese a lo cual en él no aparece “pedólogo” pero sí “pedología”, definida en dicho libro como la ciencia que estudia los caracteres físicos, químicos y biológicos de los terrenos. Incluso, aparece “podólogo”, definido como el especialista en “podología”, definida a su vez como el estudio médico del pie.)
Según los péologos —venía diciendo—, una persona, sin estar enferma, se tira entre 14 y 20 peos diarios. Claro está que algunos son muy frondios; es decir, pichos.
De los peos no se salva ni el Papa, pues, según el estudio exhaustivo que hice, un ser humano produce entre 200 y 2.500 centímetros cúbicos de gas, que de alguna manera tiene que expulsar, según William Otero Ospina, jefe de gastroenterología en la Universidad Nacional de Colombia.
Como ven, el estudio tiene su base científica. No es un chiste escatológico, como me dice el compañero Carbuco cuando trato estos temas tan profundos y olorosos. De modo que no hay que creer que la pedorrea o las flatulencias es un acto de mal de gusto; y menos, una enfermedad. Es más: según este análisis científico, los hombres son más pedorros que las mujeres, porque producen más volumen de esos gases.
Otra conclusión a la que llega el eminente gastroenterólogo Otero, es que la pedorrea en las mujeres es más frondia que en los hombres; o sea, que sus peos son más pichos. Lo curioso es que son ellas las que exigen que los olores de los peos de sus cónyuges sean causales de divorcio. “Eso es injusto”, dice el doctor Otero, quien recomienda buscar ayuda profesional cuando la pedorrea o flatulencias afecta la convivencia social de la persona.
Como dice él, estos gases, aunque no los aguante ni un chulo, son normales y pueden ser un signo de buena salud, porque indicarían que el metabolismo tiene buen funcionamiento. Yo le creo al doctor Otero, pues es uno de los más eminentes conocedores de la peología. El eminentísimo peólogo afirma que él ha tratado a muchos pacientes que han sufrido de aislamiento o maltrato laboral.
Él mismo dice: “Aunque este tema a veces es inspirador de chistes, de artículos y comentarios, no puede tomarse a la ligera”. Claro que el interés científico de los peólogos no es el número de peos sino el hedor, que, según esta luminaria de la ciencia de las flatulencias, se debe al azufre. Como el que contiene el sulfuro de hidrógeno, el methanetrol y el dimetil-sulfuro, que son producidos por bacterias en el colon. Según este profundísimo científico, estas bacterias varían según la raza, y el olor se incrementa con el consumo abundante del brócoli, el repollo, la leche, la nuez y la cerveza.
Este estudio es tan importante para la humanidad de los pedorros o flatulentos, que hasta nos da consejos para no echarse esos peos tan pichos, que tanto nos avergüenzan. La dieta que él propone es verdaderamente una solución para los que padecen de este variopinto problema. Pongan cuidado, pedorros del mundo, y en especial de esta zona de frontera. He aquí unos tips fundamentales para erradicar la peesón:
PRIMERO. Póngale cuidado a lo que come: suspenda ya la ingesta de frijoles, repollo, leche, guineos (“bananos”, les dicen en el resto del mundo) y hasta las habichuelas. Pruebe por separado cada uno de esos alimentos, para saber cuál es el causante de los peos frondios (hediondos).
SEGUNDO. Cohíbase de las malteadas, esponjados y suflés. Tenga especial cuidado con los lácteos, pues algunas personas no los digieren bien.
TERCERO. Evite los alimentos o bebidas que traen incorporado aire, como las cervezas, gaseosas y bebidas carbonatadas. Eso significa que es recomendable dejar el cigarrillo, pues al fumar se traga mucho aire (hasta ahora me doy cuenta de la principal causa de mis frondias flatulencias).
CUARTO. Coma despacio, pues al comer rápido se traga mucho aire, que puede buscar salida por la boca (eructando), o por la vía del tracto intestinal (por el culo).
QUINTO. Evite el azufre y por eso trate, lo más que pueda, de no comer huevos, coliflor y frijoles. (¡Dios me libre de los que consumen al mismo tiempo esos tres alimentos, muy sabrosos, pero funestos para los pedorros!)
Y para finalizar este profundo, interesante y fragante ensayo, he aquí un secreto: el carbón activado es absorbente y controla estos fétidos gases. Claro que la última palabra para usar esta fórmula la tiene su médico de cabecera.
Porque, ¡huid de mí, pedorros frondios del mundo! n


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La estrategia del perchero

JAIRO CELY NIÑO, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la UFPS.
jairocely@hotmail.com

A media mañana del jueves 18 de septiembre de este año, el decano de la Facultad de Ingeniería reunió al profesorado de carrera de dicha Facultad para informarlo de un nuevo «frentenacionalismo rectoral»: que en el reparto de «la bolsa de cupos» para convocar un concurso público de méritos con el fin de vincular profesores de carrera, a cada una de las seis Facultades de esta Institución le asignaron cinco cupos.
Tanto a la Facultad de Ciencias Básicas, que no tiene carreras (o «programas») de pregrado, como a la Facultad de Ciencias de la Salud, que sólo tiene una carrera de sólo ocho semestres, como a la Facultad de Ingeniería, que tiene siete carreras de diez semestres cada una, más dos «carreras cortas».
Sólo que dicho «frentenacionalismo rectoral» no era nuevo, como quiera que quien esto escribe ya lo había cuestionado en el «Editorial» (o algo así) de la edición Nº 28 de Occidente Universitario, del 4 de marzo del 2004, sin que los decanos de Ingeniería antecesores del actual lo hubiesen denunciado y sin que el profesorado de carrera de dicha Facultad, que conoce de ese inequitativo «reparto equitativo», hubiese reaccionado.
Más, aún: en el «Editorial» (o algo así) de la trigésima edición de Occidente Universitario, del 20 de abril del 2004, quien esto escribe cuestionó al «alto mando» por «quedarse con los vueltos» después de un concurso, sin que los decanos de Ingeniería antecesores del actual lo hubiesen denunciado y sin que el profesorado de carrera de dicha Facultad, que conoce de dicho «clavijazo», hubiese reaccionado.
Es más: en el «Editorial» (o algo así) de la edición 45 de Occidente Universitario, del 10 de marzo del 2005, quien esto escribe volvió a cuestionar el «clavijazo» poniendo a Ingeniería Electrónica como botón para la muestra, habida cuenta de que a finales del 2004 le asignaron cuatro cupos para profesores de tiempo completo y quienes ganaron el concurso fueron cuatro profesores que devengaban medio sueldo, con lo cual, «a la hora del té», a tal carrera sólo le reconocieron cuatro medios tiempos que, según la elemental aritmética de tienda, suman dos completos. ¿Y que pasó con los otros dos de diferencia? Pues que el «alto mando» pasó de agache, «embolsillándose» esos vueltos.
Pero volviendo al recién pasado 18 de septiembre, si la reunión era para motivar la reacción contra el inequitativo «reparto equitativo», en razón de que el profesorado de carrera de la Facultad de Ingeniería nunca había reaccionado contra ese inequitativo tratamiento, pues aquél no sólo reaccionó en contra de éste sino que convirtió la reunión en un perchero.
Así, por ejemplo: a una percha le colgaron su rechazo contra la falta de mantenimiento y de actualización de los laboratorios de todas las carreras de la Facultad de Ingeniería.
O, por ejemplo: a otra percha le colgaron su disgusto contra la Facultad de Ciencias Básicas por administrar (desde hace 13 años) el ciclo básico de todas las carreras de la Facultad de Ingeniería, «cuando Básicas ni siquiera tiene una carrera y, sin embargo, le asignaron cinco cupos».
O, por ejemplo: a otra percha le colgaron su rechazo contra la modificación de reglamentos, «para acomodar la normatividad a las conveniencias del rector». «¿Qué es eso —preguntó el colega veterano que exponía— de cambiar los reglamentos para que el rector pueda nombrar representantes profesorales, si a éstos los deben elegir los profesores? ¿Y qué es eso de cambiar los estatutos para que quien no puede ser decana o decano, pueda serlo?».
O, por ejemplo: a otra percha le colgaron su rechazo contra la estructura orgánica, «que no han cambiado a pesar de que el Consejo Superior ordenó cambiarla hace varios años».
Y pare de contar.
Lo curioso fue que quienes así reaccionaban aquel jueves 18 de septiembre eran los colegas veteranos. Y como antes de ese día no habían reaccionado, eso indujo a quien esto escribe a preguntarse si aquellos colegas padecían Alzheimer precoz o Alzheimer selectivo.
Pues, por ejemplo: en lo substancial, los actuales reglamentos y estatutos fueron aprobados durante el primero de los dos trienios rectorales del antecesor de Héctor Parra. Cuando los hoy ofendidos por los remiendos normativos eran directivos y, teniendo el privilegio de «hablarle al oído» a tal rector, nunca se opusieron al remiendo y menos, lo objetaron. Pues, como «legislaron para ángeles», no bien los habían promulgado cuando ya los estaban reformando para, si no recuerda mal quien esto está escribiendo, nombrar vicerrector de Estudios a un colega de la Facultad de Ingeniería, actualmente jubilado, que no tenía la categoría del escalafón docente exigida por los reglamentos para el desempeño de ese cargo.
O por ejemplo: el remiendo normativo para que el rector nombre representantes profesorales (para un lapso no mayor de un semestre, durante el cual se debe convocar otra elección), sólo procede después de que el rector ha convocado dos veces la elección de algún representante profesoral y nadie, ni siquiera los colegas veteranos ahora «protestantes», propuso su nombre para representar a sus colegas ante alguna instancia directiva.
O por ejemplo: la estructura orgánica nunca fue objetada, y menos repudiada, por esos colegas veteranos cuando desempeñaron varios de los muchos cargos directivos contemplados en ese organigrama burocrático y costoso —y excusarán el pleonasmo—, que no sólo les dio poder sino, además, descargas académicas e incrementos salariales que disfrutarán hasta su muerte. Y hasta más allá de ella porque, como las cónyuges suelen sobrevivir a sus maridos, heredan sus pensiones.
En fin: que para no hacer más kilométrico este escrito, sólo se agregarán otras dos curiosidades.
Por ejemplo: la de un colega veterano, cuyo último cargo directivo fue el de vicerrector de las finanzas durante el primero y casi todo el segundo trienio rectoral de Héctor Parra, quien mencionó que a comienzo del año antepasado, cuando preparaba su campaña para presentarse como candidato a la elección del rector 2006-2009, se reunió con los decanos y detectaron que se necesitaban cien profesores de tiempo completo para vincularlos mediante concurso cuanto antes. Pero no mencionó si había hecho tal diagnóstico o estudio cuando le «hablaba al oído» al rector.
Y por ejemplo: la de otro colega veterano, cuyo último cargo directivo fue el de vicerrector de Estudios, quien mencionó que los concursos para vinculación de profesores son manipulados a tal punto que, para no caer en el descaro, lo único que no hacen es convocarlos con el nombre y el número de cédula de los que tienen que resultar favorecidos.
Como tal colega veterano ingresó como profesor de carrera hace por lo menos treinta años, cuando no existían los concursos, mientras el actual decano ingresó como profesor de carrera hace casi cuatro años, lógicamente por concurso, éste le preguntó si conocía con nombre propio al menos un concurso que hubiese sido «direccionado» (exactamente así lo dijo) para favorecer a un determinado candidato.
Y tal vez por aquello de que quien conoce de un delito y no lo denuncia ante las autoridades competentes queda incurso en complicidad o encubrimiento, el colega veterano interpelado dio un paso atrás: respondió que no, pero que eso es lo que se comenta en todas partes; dentro y fuera de la U. Y para enmendar su ligereza verbal, dio un segundo paso atrás: dijo que, en donde menos pasa eso, es en los concursos que proveen profesores para la Facultad de Ingeniería. Y luego dio un tercero atrás: dijo que, en realidad, en donde nunca ocurre eso es en la Facultad de Ingeniería.
Pero, como El que mucho habla, mucho yerra, dio cuatro pasos adelante: agregó que el único caso de Ingeniería que se conoce es «el de los Belisarios» (exactamente así lo dijo), a quienes, según el denunciante, les acomodaron los concursos para que pasaran de medio tiempo a tiempo completo.
¿Y quiénes son «los Belisarios»? Pues se refería a los hermanos Daniel y Belisario Contreras, quienes, con Luis José Mendoza Araque y Carlos Cárdenas Mantilla, pasaron de medio tiempo a tiempo completo.
¿Y por qué, una vez más, se confirmó que El que mucho habla, mucho yerra? Pues porque el colega veterano denunciante incurrió en una imprecisión, por cuanto tales colegas, actualmente jubilados, no pasaron a tiempo completo como resultado de un concurso sino de una especie de «promoción automática» que el Consejo Académico aprobó, habilitado por la normatividad de ese entonces.
En todo caso, hace tres años, cuando estos gladiadores eran tres años menos viejos, la mayoría de ellos no marchó bajo los inclementes solazos de agosto y de septiembre para protestar contra el entonces alcalde de Cúcuta, Ramiro Suárez Corzo, quien le robó a nuestra Institución y con violencia media hectárea de su campus. (Curiosa paradoja: los gladiadores de hace 20 siglos luchaban en la arena y bajo el sol, mientras estos de la Facultad de Ingeniería lo hacen bajo techo y con aire acondicionado en el recinto.)
Pero, bueno: ¿en qué concluyó la reunión de aquel recién pasado 18 de septiembre?
Pues en que tales gladiadores indujeron al novel profesor que funge de decano al desmonte del perchero, a convertirlo en «memorial de agravios» y a convocar al estudiantado de la Facultad de Ingeniería a una asamblea informativa el martes 23 para leerles dicho «memorial», tras lo cual «la chamería», ya espontáneamente o bien instigados previamente (porque de todo ocurre «en la viña del Señor»), se declaró en «asamblea permanente». Vale decir: en paro indefinido.
Y ahí estamos: con los accesos a todos los edificios del campus bloqueados desde el miércoles 24 de septiembre; con los primeros previos del semestre, iniciados el viernes 19, suspendidos desde el martes 23. Pero lo llamativo de este paro estudiantil, al menos en la percepción de quien escribe, es que los líderes del movimiento estudiantil, que fueron elegidos en octubre del recién pasado año, no han hecho lo que sus antecesores estilaban: bloquear los accesos peatonal y vehicular poniéndoles a los portones cadenas y candados.

POST-SCRIPTUM. En sendos errores de cálculo incurrieron los tres protagonistas del conflicto.
Durante sus dos primeros trienios rectorales y durante parte del tercero, Héctor Parra practicó «impunemente» su frentenacionalismo rectoral de darle a cada Facultad el mismo número de cupos para vincular profesores de carrera. Y lo hizo «impunemente», porque ni los decanos de Ingeniería antecesores del actual ni el profesorado de carrera de dicha Facultad le protestaron.
Pero, al reincidir el mes pasado, no calculó que, faltando nueve meses para las próximas elecciones de rector y de decano de la Facultad de Ingeniería, al interior del Alma Mater sus enemigos viscerales aprovecharían el papayazo para buscar protagonismo con el fin de capitalizar las mencionadas elecciones.
 Los profesores interesados en un paro estudiantil indefinido se escacharon si creyeron que esta vez los estudiantes no bloquearían los edificios. Comenzando por el de la torre administrativa, donde se elaboran, entre otros, la nómina para pagar los sueldos y la PILA para pagar la seguridad social de «Raimundo y todo el mundo».
De modo que quienes devengan lo del sustento familiar exclusivamente de esta Institución, porque no tienen «amante laboral», ahí están: sin circulante para aprovisionar la despensa de sus ranchos, ni para cumplirles con la cuota de sus ranchos a los insaciables banqueros chupasangre (y excusarán el pleonasmo), y expuestos a que una clínica les niegue la asistencia médica en caso de que un «yeyo» afecte su salud o la de un miembro de su núcleo familiar.
Los estudiantes no calcularon que el declarar el paro indefinido cuando los primeros previos apenas comenzaban, los hace vulnerables. Desestimaron la posibilidad de una alcaldada; o «gobernadorada», más exactamente.
Porque el presidente titular del máximo órgano de gobierno y dirección de esta Institución fue concejal antes de ser gobernador, y hace tres años, siendo concejal, aplaudió con su silencio o con sus manos al alcalde Ramiro Suárez Corzo cuando éste envió sus hordas a robarle con violencia a esta Institución media hectárea de su campus.
Y por aquello de que De tal palo, tal astilla, ¿qué tal que se le salga el chafarotismo ramirista y ordene o promueva la cancelación de este semestre?
(Difundido el jueves 2 de octubre del
2008, como «avance» de la edición 96)


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Hace cinco días (el recién pasado domingo 26), se cumplieron siete años de haberse difundido la primera edición de Occidente Universitario, que hoy llega a su edición 96.
Y dentro de unas seis semanas se hará la «presentación en sociedad» de la tercera versión de la saga Quadriga, la cual se constituirá en el séptimo libro emanado de la modesta e informal publicación Occidente Universitario, que se edita al interior de la Universidad Francisco de Paula Santander.
De tales siete libros, cinco han sido editados por la UFPS. Como Quadriga III, cuya difusión está prevista para mediados del próximo diciembre. n
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N O T A S :

Cualquier nota que no tenga explícitamente autor, debe ser
atribuida exclusivamente al director de Occidente Universitario.

Por limitaciones pecuniarias, las ediciones «en papel» de
Occidente Universitario, que se difunden completamente
gratis, es de 40 ejemplares, en promedio.

La edición Nº 97 de Occidente Universitario saldrá
(probablemente) el viernes 28 de noviembre del 2008.
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